Aplicar los valores profesionales de excelencia, altruismo, sentido del deber, responsabilidad, integridad y honestidad al ejercicio de la profesión. Reconocer la necesidad de mantener la competencia profesional.
Contents
- 1 ¿Cuál debe ser el valor más importante para proteger dentro de la práctica médica?
- 2 ¿Qué valores define al personal que trabaja en el área de la salud?
¿Cuál debe ser el valor más importante para proteger dentro de la práctica médica?
El respeto, actitud ética fundamental en la Medicina.
¿Qué valores define al personal que trabaja en el área de la salud?
Principales valores para el personal de Salud Dra. Lizel Díaz del Mazo. Máster en A.P.S y Atención de Urgencias Estomatológicas. Especialista de II Grado en E.G.I. Profesora Auxiliar. Centro de trabajo: Facultad de Estomatología Dra. María Luisa Duque de Estrada Bertot.
Máster en Atención de Urgencias Estomatológicas. Especialista de II Grado en E.G.I. Profesora Asistente. Centro de trabajo: Clínica Estomatológica Provincial Dra. Silvia Ferrer González. Master en Atención Comunitaria de Salud Bucal. Especialista de II Grado en E.G.I. Profesora Instructor. Centro de trabajo: Hospital Juan Bruno Zayas Dra.
Mayelin Arza Lahens. Master en Atención Comunitaria de Salud Bucal. Especialista de II Grado en E.G.I. Profesora Asistente. Centro de trabajo: Clínica Estomatológica Provincial Dra. Ana B. Duharte Escalante. Máster en Atención Comunitaria de Salud Bucal. Especialista de II Grado en E.G.I.
Profesora Auxiliar. Centro de trabajo: Clínica Estomatológica Provincial Instituto Superior de Ciencias Médicas. Facultad de Estomatología. Santiago de Cuba Resumen Se realizó un estudio tipo Revisión Bibliográfica para profundizar en el concepto y significación de algunos de los principales valores que debe poseer el personal del sector de la salud así como el estudiantado de las ciencias médicas con lo cual se diseñó un Folleto Instructivo el cual se propone sea utilizado por estudiantes, profesores, y trabajadores en general con vistas incrementar sus conocimientos al respecto y contribuir a la consolidación de estos valores de forma consciente en sus modos de actuación.
Los valores trabajados fueron la responsabilidad, honestidad, laboriosidad, lealtad, comunicación, patriotismo y solidaridad. Se concluye que los valores son un conjunto de creencias que nos dictan la forma de conducta más aceptada socialmente y que el ser humano no solamente actúa por razonamiento, también influyen las emociones y los sentimientos.
Introducción El hombre, como animal racional, posee capacidades que le diferencian del resto de los seres vivos. Una de esas capacidades es la de emitir “juicios de valor”, esto es: valorar las cosas que le rodean.(1) ¿Qué son los valores? Distintas posiciones filosóficas y antropológicas han sostenido diferentes posturas acerca de su definición y realidad, dos posiciones de las más interesantes y controversiales se refieren a: – La existencia de los valores por sí mismos, independientemente de todo e independientemente de que el hombre los perciba o no.
– Los valores son producto de la capacidad intelectual del hombre. Ambas posiciones poseen un criterio válido, ya que las cosas no existen con independencia de sus valores, y los valores no existen sin un sustrato que los mantenga. La persona valora las cosas, y el objeto o cosa ofrece un fundamento para ser valorado.
La capacidad intelectual del Homo Sapiens ha de servirle para descubrir por qué una cosa es buena. Pero este descubrimiento solo es posible a quien contempla el mundo de forma positiva, a quien previamente ha comprendido que todo lo que nos rodea tiene una finalidad, un sentido, una razón de ser y que es buena.
Por lo que se puede definir que valor es todo aquello que hace a las cosas buenas. (1,2) El ser humano, para comportarse como tal, ha de atender al bien que la razón le propone como objetivo de su natural tendencia a la felicidad. Toca a la persona hacer una valoración de las cosas y establecer una jerarquía de importancia.
Así comprenderá que hay valores que deben ser sacrificados en aras de valores más altos: la salud es más importante que el dinero. La diferente jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo. (3) Es evidente que la educación de una persona dependerá de esta “escala moral” que haya interiorizado y que se encuentre en congruencia con el propio proyecto de vida.
Nuestros valores siempre están influidos por nuestras motivaciones y necesidades. Hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre todas las realidades humanas. La valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos con la sola razón, sino con el sentimiento, las actitudes, las obras.
- Con todo nuestro ser.
- Educar al hombre en los valores humanos es educarlo para que se oriente en el valor real de las cosas.
- La declaración universal sobre los derechos humanos de la ONU recoge el común sentir de los hombres que reconocen los valores que dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.
Si el mundo de los valores puede servir de guía para la humanidad en sus aspiraciones de paz y fraternidad, deben servir también de guía al individuo en sus deseos de autorrealización y perfeccionamiento. La escala de valores será la que determine sus pensamientos y su conducta.
La carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado instalará al sujeto en una indefinición y vacío existencial que le dejará a merced de criterios y pautas ajenas. (4) Los valores nos ayudan a despejar las principales interrogantes de la existencia: quienes somos, y que medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad.
El personal de la salud tiene que proponerse cada día aumentar el caudal de sus valores individuales, por lo que se propone un folleto que los instruya en la definición de alguno de los fundamentales en el ejercicio de la profesión. Desarrollo “Principales valores para el personal del sector salud” Responsabilidad: (5) La responsabilidad es el cumplir un deber.
- La responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido.
- Es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo.
- Tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la confianza.
Confiamos en aquellas personas que son responsables. Ponemos nuestra fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que han prometido. La responsabilidad es un valor, porque gracias a ella podemos convivir en sociedad de una manera pacífica y equitativa.
¿Qué es la ética profesional de un médico?
El médico colegiado debe conducirse con justicia, honradez, honestidad, diligencia, lealtad, respeto, formalidad, discreción, honorabilidad, responsabilidad, sinceridad, probidad, dignidad, buena fe y en estricta observancia a las normas éticas de la profesión médica.
¿Por qué son importantes los valores en la medicina?
Los valores en la profesión médica guían el sentido y orientación del actuar en la medicina y regulan la re- lación médico-paciente; fomentando el cumplimiento del sentido humanístico y científico de la medicina, el cual consiste en preservar la vida y la salud, luchar por el bienestar humano y mejorar la calidad de
¿Qué valor considera siempre debe estar presente en todo profesional de salud?
Los valores que un médico debe proyectar en su día a día, son parte de un ejercicio de calidad continuo. Son varios los artículos que dicen que si un profesional de la salud no lleva a la práctica las enseñanzas éticas necesarias, está destinado al fracaso.
El médico no puede conformarse Por lo tanto, el médico en formación o en desarrollo no puede conformarse ni estar satisfecho con la incorporación solamente de nuevos y valiosos conocimientos científicos. Pues tiene que estar dispuesto a recibir consejos y asimilar cambios en sus actitudes tendientes a consolidar su personalidad científica y humanista.
El American College of Physicians, en enero de 2012, publicó su manual de ética, en el que se define a la profesión médica como caracterizada por un cuerpo de conocimientos que sus miembros deben de expandir y enseñar. Pr un código ético, por un servicio que coloca al paciente por encima de su propio interés y porque su regulación es singular y socialmente admitida como específica y propia.
Que trate enfermos, no enfermedades. Con actitud crítica. Comunicador y empático. Responsable individual y socialmente. Competente, efectivo y seguro. Honrado y confiable. Comprometido con el paciente y la organización.
Por otro lado, según la guía de recomendaciones éticas para las prácticas clínicas, al igual que los valores anteriormente presentados. Existen 7 cualidades que definen a un buen médico o a cualquier persona que se dedique al ámbito de la salud, las cuales son:
Amor a la profesión: es el desarrollo de la vocación, la permanente motivación para hacer bien el trabajo profesional. Respeto: es un valor de consideración y atención debida a los demás. En el ámbito médico incluye, además, el respeto a la vida y al paciente en su sentido más completo. Es decir, entender y adaptarse a las circunstancias y valores de cada paciente en su manejo terapéutico. Empatía: es importante saber situarse en la perspectiva del paciente, comprendiendo sus sentimientos y teniendo en cuenta sus valores y convicciones. No hay que confundirla con la lástima. Humildad: no hay que actuar de una manera vanidosa ni arrogante; tampoco mostrar superioridad, sino la imagen de un ser humano que tiene debilidades y fortalezas, capaz de reconocer sus errores. Responsabilidad: cumplir las obligaciones morales y responder adecuadamente ante los problemas que se presentan, asumiendo las consecuencias de los actos realizados. Prudencia: significa actuar con buen juicio, sin precipitación, tomando en consideración las circunstancias concurrentes. Debemos pensar antes de actuar y pedir asesoramiento cuando se nos plantean dudas. Calidez: hay que establecer una relación cordial y de confianza con el paciente, manteniendo el contacto visual de manera que se sienta cómodo y así fomentar su cooperación. Debe existir una proximidad afectiva pero siempre guardando una adecuada distancia terapéutica.
Así pues, el médico no solo tiene el deber de informar sobre actitudes y modos de vida saludables, sino servir él también de ejemplo para estas. ¿Y tú, cuáles cualidades tienes? Notas relacionadas: Los valores de un gran médico: ¿Cómo impactan en la práctica? Valores en el trabajo de enfermería AMLO: Cambios a libros educativos se enfocarán en medicina humanista
¿Qué valor considera siempre debe estar presente en todo profesional de salud y por qué se debe procurar una comunicación asertiva?
Enfermeros deben apegarse a valores y principios éticos
La estudiante Analí León Morales reflexionó sobre el tema en el Segundo Foro Estudiantil “Hablemos de Enfermería”
- Claudia Peralta Vázquez
- La ética y valores son principios ineludibles que deben caracterizar a los profesionales de la enfermería, lo cual exige respeto, dignidad a la vida, calidad, eficiencia, beneficencia, veracidad y justicia hacia el paciente a quien se le otorgan los cuidados hospitalarios, destacó Analí León Morales, alumna del octavo semestre de la Facultad de Enfermería de la Universidad Veracruzana (UV).
- En su ponencia, ante alumnos, académicos y autoridades asistentes al Segundo Foro Estudiantil “Hablemos de Enfermería”, expresó que aunado a la preparación y formación académica de los estudiantes, apegarse a estos dos conceptos es el camino indicado para convertirse en un verdadero profesional.
- Por ello, éste es el momento para preguntarse cuáles son los valores y ética que se requieren para alcanzar este objetivo.
Analí León Morales disertó sobre ética y valores en el profesional de enfermería Explicó que la ética es una rama de la filosofía encargada de evaluar la conducta humana, de la que se desprende la libertad de elegir al final lo que nos convenga. “Es la construcción moral que orienta las actitudes y los comportamientos para la consecución de objetivos”.
- “De esta manera también obtendremos ese principio ético fundamental que es la calidad, importante para prestar ayuda eficiente y efectiva al enfermo y a su familia.”
- Asimismo, debe haber continuidad para asegurar que se brinden a la persona y a la comunidad los cuidados sin interrupción, a fin de mantener su salud.
- La veracidad también es un principio que establece no mentir o engañar al enfermo; y la beneficencia, que establece que los actos del personal de enfermería deben ir encaminados a hacer el bien al usuario.
Otro valor es la justicia, que implica equidad no sólo de género, sino que el profesional no debe distinguir rangos económicos y sociales en el paciente. “Para los individuos, es la ausencia de discriminación por diferentes motivos e igualdad de oportunidades para todos”.
- “Si tengo respeto y protección hacia mi paciente, puedo tener esa autonomía como profesional.”
- En la enfermera o el enfermero, la moral es necesaria para cumplir con el fin primordial de servir al bien común, mejorar la salud del pueblo y prolongar la vida del hombre.
- “También, como profesionales de la enfermería, es importante tener una visión y misión que nos llevará a siempre buscar el bien y no el mal, y procurar la salud de los pacientes.”
- Entre los valores profesionales citó los siguientes: compromiso firme con el servicio; creencia en la dignidad y mérito de cada persona; compromiso con la educación, no sólo quedarse con la licenciatura o técnica sino buscar una especialidad; autonomía profesional y creer que es un líder de enfermería.
- Otras normas morales son: profesión, vocación, disciplina, atención al paciente y protección de su individualidad.
: Enfermeros deben apegarse a valores y principios éticos
¿Cuál es la importancia de la ética en la medicina?
EDITORIAL Ética Médica Medical Ethics Frank Lizaraso Caparó 1,a,b,c ORCID iD: http://orcid.org/0000-0002-0866-5803, Alfredo Benavides Zúñiga 1,d ORCID iD: http://orcid.org/0000-0001-8725-8255 1. Universidad de San Martín de Porres, Facultad de Medicina Humana.
Lima, Perú. a Editor de Horizonte Médico. b Decano. c Doctor en Medicina, Máster con mención en Cirugía Plástica. d Secretario de Comité Institucional de Ética e Investigación. ¿Por qué la ética es indispensable para el médico? La ética médica es una disciplina que acompaña al médico a lo largo de su vida profesional.
Permite, en su condición de ética aplicada, analizar los problemas éticos para tomar decisiones que utilizan el bagaje de sus valores personales y la conciencia moral que ha adquirido previamente, y puede aplicar desde muy temprano en las aulas universitarias al compaginar sus expectativas vocacionales con sus obligaciones estudiantiles; desde sus primeros contactos con la vida, enfermedad, dolor, muerte y realidades sociales que experimenta en los anfiteatros anatómicos, en los laboratorios experimentales con animales, y luego con los enfermos (1).
La ética, en su concepto primigenio, analiza las conductas y el comportamiento de las personas y las califica como aceptables o erróneas, a condición de que sean voluntarias y conscientes, expresa, así mismo, la propuesta colectiva de la sociedad. En tanto, la ética médica, en ese mismo sentido, orienta la conducta del profesional médico hacia el acto médico correcto, y propicia el logro de un estándar ideal y de excelencia de las relaciones que debe establecer con los enfermos (2).
Por su parte, la deontología médica complementa a la ética médica como un suplemento que se expresa en un código profesional para tipificar, calificar y sancionar los problemas éticos que aparezcan en la relación médico-paciente, en las relaciones de los médicos entre sí y con las instituciones sanitarias.
La deontología surge del consenso establecido previamente por los pares y que obliga a los asociados a cumplir como imperativos categóricos de la profesión que inspiran y guían la conducta profesional y que se manifiestan como acciones intencionales (3). Algo de historia Probablemente, un primer ejemplo de asistencia relacionada con la salud en la historia de la humanidad se puede achacar a los cuidados que prestaban las mujeres madres, esposas, hijas primitivas para la integridad de los niños y de otros miembros del clan en su rol familiar, el que ejercían mediante el uso de sus manos, al frotar o comprimir los cuerpos o zonas afectadas en su afán de aliviar al enfermo (4).
La historia de la medicina personifica a quienes de alguna manera eran privilegiados en el manejo de las enfermedades y que fungían como sacerdotes, brujos o chamanes; ellos intervienen como intermediarios entre la persona creyente y el objeto de su adoración, se encargaban de intentar la curación, en la creencia de que esta se producía fuera del dominio del hombre; aunque era evidente que en algunos casos podían entender y manejar las dolencias comprensibles, como en el caso de lesiones y heridas producidas por accidentes traumáticos, heridas de cacería, guerra u otras situaciones; en contraste con la presencia de las enfermedades no comprendidas, que requerían del uso de rituales de una medicina mágica atribuible a malos espíritus o dioses dañinos (5).
En Mesopotamia (5 mil años a.C.) se encuentran vestigios de una medicina coherente y práctica, con algunos procedimientos sorprendentemente avanzados para la época, lo que motivó que, durante el reinado de Hammurabi, rey de Babilonia (2000 a.C.), se estableciera una normativa para regular las prácticas de la cirugía, mediante severas sanciones para quienes producían lesiones; esto se puede considerar como una normativa de control de la salud por parte del estado (6).
En la historia de la medicina se mencionan algunos indicios relacionados con la denominación de médico, que proviene del latin medicus. En griego se adopta el término medomai, del mismo significado y luego, adaptado al latín, deriva en el verbo mederi ‘curar o medicar a una persona’ (7,8).
- La medicina hipocrática se desarrolla en el núcleo de la cultura griega, en el seno del crecimiento de la filosofía y del conocimiento que surgen en el siglo de Pericles.
- El proceso duró más de 1000 años; la medicina primitiva griega, vinculada a la mitología, se refería a Asclepio, Esculapio en la versión romana, dios de la medicina, hijo del dios Apolo y de Cronis, prometida de Isquion, a quien Apolo y Artemisa mataron junto con su familia.
Arrepentido, Apolo sacó a Asclepio del vientre materno, mediante una cesárea y lo entregó a Quirón, el centauro, quién le enseñó las artes y la medicina (4,9) Los asclepíades, curadores de esta medicina griega primitiva, aplicaban ideas mágico-religiosas que coexistían con prácticas racionales.
Hipócrates de Cos (siglo V a.C.) fue un representante de este movimiento, habló de los deberes éticos de los médicos que se plasmaron en lo que se conoce como el Juramento Hipocrático, que se relaciona con la colección de consejos y observaciones médicas acumuladas en el Corpus Hipocraticum, una colección de más de 100 textos que aborda de una manera sistemática la descripción y recomendaciones de las enfermedades desde perspectivas naturalistas, ya que no admitía la intervención de fuerzas divinas en la producción de enfermedades (4).
Por otro lado, en Grecia no había reglamentación alguna para el ejercicio profesional, ni escuelas de medicina, de modo que los jóvenes que deseaban seguir el oficio, debían buscar sus propios mentores para que los aceptaran como aprendices a cambio de una remuneración, con lo que el maestro quedaba obligado a impartir su ciencia y su arte.
En Roma, al inicio del Imperio, el ejercicio de la medicina tampoco estaba regulado por el estado, era una actividad particular, que se ejercía en casa de los pacientes o en casas donde reservaban una habitación o bien, en la vía pública. Con la introducción del cristianismo se fundaron los primeros hospitales para pobres con lo que creció en el imperio la conciencia hospitalaria social (4).
En el Imperio romano (200 a.C.) se regularizan los estudios de medicina en el Collegium y a los estudiantes de medicina se les exigía buena conducta; la enseñanza estaba a cargo de gremios de médicos y profesores asalariados por el Colegium Arcaiatri que exigía la enseñanza al lado del paciente (4).
En el siglo V, el médico persa Ishaq ibn Ali al-Ruhawi escribe el primer código de ética médica conocido como “Ética práctica del médico” o “Deontología médica práctica” basado en los trabajos de Hipócrates, Galeno y Muhmmad ibn Zakariya ar-Razi médico, filósofo y erudito que escribió “La conducta del médico”.
Maimónides, médico y pensador judío, nacido en Córdova, España, y que ejerció en Egipto, escribe el “Código de Maimónides” que es reconocido por muchos como lo más cercano al ideal de la profesión médica. En 1620, los peregrinos (pilgrims) procedentes de Inglaterra arribaron a las costas de Massachusetts en los Estados Unidos, iniciaron la colonización y portaban en su bagaje la medicina inglesa con su farmacopea, aunque sin mayor aporte científico, pues no contemplaban un sistema educativo y regulativo definido.
Opiniones populares de la época calificaron al médico como “un hombre educado rudamente, desnudo de conocimiento científico, sucio y peligroso, belicoso con el colega y descortés y sin normas regulativas de su profesión” (10). Para fines del siglo XVIII, el médico inglés sir Thomas Percival recibe, en 1794, el encargo del Royal College of Surgeons, equivalente de un Colegio Médico, de preparar un documento orientado a determinar la conducta profesional de los médicos que laboraban en hospitales e instituciones de caridad de Londres.
Este importante documento fue la base de lo que conocimos después como el Medical Ethics, publicado en 1803, que incluyó por vez primera el término ética médica; sin embargo, algunos autores de hoy que consideran que el código de Percival era una normativa que sobreprotege al médico (10).
En 1815, en Inglaterra se dicta la primera ley que exige una enseñanza formal de medicina y plantea una reglamentación ética de la profesión médica. En 1846, en los Estados Unidos de Norteamérica se funda la American Medical Association (AMA), que en 1847, publica el primer código ético, que luego se perfecciona en el siglo XX, con un enfoque más liberal en su estructura.
A partir de entonces, la ética tiene una importancia creciente en la medicina contemporánea, establece como deber primario del médico atender el llamado del enfermo y darle asistencia profesional óptima, guardar discreción y atender los casos difíciles.
Además, enumera una lista de los deberes del paciente, establece la prohibición al médico de publicidad, al uso de pócimas secretas y de patentes de medicamentos o instrumentos quirúrgicos, señala el servicio gratuito al colega, la práctica exclusiva de medicina científica y la exclusión de charlatanes.
No se puede negar el influjo en la medicina de esa época de los cambios sociales, dentro de un ambiente de libertad, imaginación, independencia y antropocentrismo que produjeron las revoluciones francesa y americana (10). A finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX en el mundo, los descubrimientos científicos y la medicina tecnológica fueron espectaculares y revolucionaron los métodos diagnósticos y de tratamiento.
Aparecieron con el carácter positivista de la influencia de Auguste Comte y estuvieron orientados, fundamentalmente, a la explotación de la ciencia, y soslayaban de alguna manera los aspectos de la ética y la filosofía que habían servido de base a la ciencia y a la medicina tradicional (10). En la era contemporánea, en 1948, la Asociación Médica Mundial (AMM) emite la Declaración de Ginebra, que intenta actualizar el Juramento Hipocrático y crear una base moral para los médicos, sin embargo, tuvo relativamente poca aceptación (11).
Ese mismo año se establece el Código Internacional de Ética Médica, que aconseja a los médicos mantener siempre las más altas normas de conducta profesional, mas no solo por motivos de beneficio personal, evitar la autopropaganda, la dependencia a planes de cuidados médicos y la recepción de dinero al margen de los honorarios profesionales correspondientes, usar la prudencia al publicar descubrimientos científicos y en la aplicación de nuevos tratamientos, la obligación de solicitar la ayuda los colegas, de preservar la vida humana desde la concepción, el aborto terapéutico, la conciencia del médico y las leyes nacionales.
La Bioética se establece a fines de la década de los setenta en los Estados Unidos como producto de una serie de situaciones vinculadas con transgresiones éticas en la investigación biomédica que determinaron la aparición del informe Belmont, documento que ha servido de base para su desarrollo y el principialismo bioético, basado en los principios de autonomía, beneficencia y justicia y que fueron complementados con la incorporación del principio de no maleficencia y la generación de la bioética clínica, que se incorpora como una efectiva herramienta para el respeto irrestricto de los derechos humanos.
Estos últimos se fundamentan, en gran parte, en el pensamiento pragmático de la medicina norteamericana, con bases filosóficas y religiosas heredadas del conservadurismo luterano de los primeros inmigrantes que poblaron Norteamérica y que se extendieron hasta nuestros días, en espera que las nuevas generaciones puedan establecer las condiciones que permitan implementar comités de ética para la investigación, los comités asistenciales de ética clínica, la aplicación de consentimiento informado, los debates para los problemas relacionados con la sexualidad y reproducción humana, los cuidados al fin de la vida y los cuidados paliativos y a muchos otros temas aún en debate que requieren un esfuerzo adicional para incorporar la bioética en el pensamiento del Sistema Nacional de Salud y, en especial, del médico peruano en su lenguaje universal y en las actitudes individuales y sociales que preconiza (12).
La realidad peruana El Colegio Médico del Perú fue creado en 1964 como una organización jurídica autónoma de derecho público interno para la vigilancia ética, la promoción del desarrollo profesional y el bienestar médico, así como garantizar la atención de salud de calidad y seguridad del paciente. Desde 1969 cuenta con un Código de Ética y Deontología que ha intentado cubrir las expectativas históricas de la medicina mundial.
En 2000 y 2007, se realizan las revisiones y adaptaciones al código vigente a través de un análisis sistemático de los problemas que realmente se plantean en la práctica médica en el Perú, que incluyen los nuevos enfoques de la gestión, la incorporación de la bioética en el ámbito profesional, los contrastes de los avances científicos, las actitudes de la comunidad respecto a temas controvertidos, dilemas éticos al inicio y fin de la vida, los alcances y limitaciones de la medicina social, la investigación biomédica y los experimentos en seres humanos; temas que aún no se han definido y que, seguramente, requieren una actitud permanente del Colegio a adoptar nuevas propuestas a los incesantes cambios que la medicina científica y la tecnología, seguramente, modificarán (3,13).
La experiencia de los comités ético-deontológicos del Colegio Médico del Perú, por otro lado, han permitido avizorar algunas de las debilidades a las que se exponen los médicos en las nuevas condiciones del ejercicio, y que se expresan a través de las demandas de los pacientes que, generalmente, responden a situaciones relacionadas con malos resultados de procedimientos de diagnóstico y tratamiento realizados por los médicos, a la expedición de certificados médicos deficientes, malas relaciones entre colegas y otras quejas como parte visible que resulta de una relación médico-paciente muchas veces de carácter conflictivo, que se sustentan en una visión negativa que han adquirido los usuarios del sistema de salud publico peruano (14).
En el 2012, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) elabora un informe cuya autora es Karen Hussmann, experta en políticas públicas, temas anticorrupción y estados frágiles sobre los riesgos de la corrupción en el campo de la salud.
- El documento titulado “Vulnerabilidades a la corrupción en el Sector Salud: perspectivas de América Latina en los subsistemas para los pobres”, señala, de una manera muy explícita, algunos de los factores que propician graves falencias en los sistemas de salud peruano y colombiano.
- Enfatiza las numerosas causas que debilitan, en especial, la utilidad del sistema peruano, entre las que destacan una serie de actitudes negativas de médicos peruanos en su atención en los servicios públicos, como es el caso de derivar a los pacientes públicos a la práctica privada, inducir a los enfermos a atenderse en sistemas de salud donde la cobertura de seguro de salud no se aplica, como en el caso del Seguro Integral de Salud (SIS) (15).
Así mismo, describe la participación de médicos que ofrecen y/o pagan sobornos con el fin de obtener ventajas para empresas privadas; en el mismo sentido, esta situación se aplica a empleados de organizaciones de la sociedad civil que malversan fondos o recurren a sobornos con el fin de conseguir contratos públicos o con el objeto de incrementar sus ingresos personales.
En una participación muchas veces irresponsable de los médicos en los procesos de gestión, estas situaciones terminan en un preocupante incumplimiento de normas éticas, deontológicas y legales que repercuten negativamente en la salud de las comunidades y de la población peruana en general, y reflejan de alguna manera, en el criterio de mucha gente, de que la corrupción es algo “incorrecto”, pero no siempre es ilegal.
Como resultados de estos procesos irregulares, no es fácil discriminar cuando las falencias o la mala atención que se proporcionan a los enfermos en los sistemas de salud públicos obedezcan a la corrupción o a la ineficiencia con que los médicos prestan la atención, asociados a un financiamiento inadecuado.
En el año 2013, la Superintendencia Nacional de Aseguramiento en Salud, se transforma en la Superintendencia de Salud (SUSALUD), cuya finalidad es promover, proteger y defender los derechos de las personas al acceso a los servicios de salud, y supervisa que las prestaciones sean otorgadas con calidad, oportunidad, disponibilidad y aceptabilidad, con independencia de quien la financie (16).
La misión de este organismo puede contribuir a la mejoría de la atención en los centros asistenciales públicos; sin embargo, será difícil prever una mejoría significativa en el contexto de los requerimientos de una medicina cada vez más exigente y sofisticada que rebasa las condiciones que pueda brindar el estado al sistema de salud.
Otro fenómeno que se ha observado en los últimos años es el aumento de facultades de medicina a nivel nacional, con un incremento rápido y a veces no congruente del número de médicos y de especialistas que se requieren y, sobre todo, que no está relacionado con la capacidad instalada de los puestos de trabajo y de las condiciones que se requieren para ejercer (17).
El Estado deberá ser muy cuidadoso para justificar plenamente los términos necesarios en el número y condiciones requeridas para la formación de los nuevos médicos, tanto en sus aspectos técnico científicos, éticos y de investigación que se precisen en el contexto de las nuevas condiciones del ejercicio profesional.
Es necesario, pues, que las instituciones formadoras de recursos humanos, como dispusieron en sus recomendaciones en II Congreso Peruano de Educación Médica 2006, se reafirmen en que la docencia médica debe asumirse de una manera muy especial, comprometida con el desarrollo social de la comunidad, con respeto por sus valores culturales y sociales.
Así mismo, propender a la capacitación los nuevos médicos en el respeto a los derechos de los usuarios de los servicios de salud para que se establezcan estrategias necesarias con el objetivo de lograr que las nuevas generaciones de médicos asuman sus roles como ciudadanos con responsabilidad social (18,19).
El año 2011, la OMS establece, al referirse al Consenso Global sobre Responsabilidad Social de las Facultades de Medicina (20), que hay que “hacer bien lo que se debe hacer y rendir cuenta de cómo, por qué y para qué se hace”; como función ineludible en su participación ética en la atención de los pacientes y, sobre todo, tener cuenta el énfasis en la ética social de sus responsabilidades; más allá de establecerse como un acto individual, sino evaluar la envergadura de sus responsabilidades con las necesidades de la población, rendición de cuentas, transparencia, comportamiento ético, respeto a los intereses de las partes, respeto al principio de legalidad, respeto a la normativa internacional de comportamiento y respeto a los derechos humanos más allá de los intereses personales y de éxito profesional personal y contribuir así a colaborar con la salud corporativa de la población (21).
En conclusión, es innegable que la formación médica es la base que permitirá a las nuevas generaciones de médicos alcanzar los niveles que se requieren para lograr las capacidades que garanticen un impecable ejercicio profesional que se adapte a las cambiantes condiciones que la medicina del siglo XXI impone, y que requiere, por sobre todo, un enfoque humanista congruente con las exigencias y las expectativas de los pacientes en su contexto individual y en su dimensión social.
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¿Qué valores se persiguen en la práctica médica que diferencian la aplicación de los principios bioéticos en nuestro país?
HUMANIDADES MÉDICAS Los principios bioéticos: ¿se aplican en la situación de enfermedad terminal? A. Azulay Tapiero Servicio de Medicina Interna. Unidad de Cuidados Paliativos. Hospital Dr. Moliner. Valencia RESUMEN La aplicación de los principios bioéticos fundamentales (beneficencia, no-maleficencia, autonomía y justicia) garantizaría una asistencia adecuada al enfermo que está en situación de enfermedad terminal.
- Lamentablemente, en nuestro ámbito, esto no se hace de forma sistemática.
- Para garantizar una asistencia de calidad a este grupo de enfermos es necesario que los profesionales sanitarios que se enfrentan con la enfermedad terminal reciban una adecuada formación en cuestiones de bioética, que se aplique una metodología correcta para resolver los conflictos y que se impliquen las instituciones del estado para que las unidades de Cuidados Paliativos cubran la asistencia de toda la población subsidiaria.
De lo contrario, se produce un atentado contra los principios bioéticos fundamentales, en especial contra un principio de primer nivel, el principio de justicia. PALABRAS CLAVE : Bioética. Enfermedad terminal. Cuidados Paliativos. Biomedical ethics principles: are they applied in terminal illness situation? ABSTRACT Comprehensive practice of biomedical ethics principles (beneficence, non-maleficence, autonomy and justice) would guarantee appropriate assistance to patients with terminal diseases.
Unfortunately today, these principles arent put into practice in a systematic way. In order to guarantee quality care to this particular group of patients, it is necessary that all health care professionals dealing with terminal illness receive a comprehensive education in bioethics matters and that an appropriate methodology is followed in order to resolve subsequent conflicts.
Furthermore, public institutions should be involved so that Palliative Care Units provide assistance to the entire population rather than select cases. If we cant provide comprehensive care, we are working against the basic bioethics principles, especially the fundamental principle of justice.
EY WORDS : Bioethics. Terminal illness. Palliative Care. Trabajo aceptado : 3 de Septiembre de 2001 Correspondencia : Armando Azulay Tapiero. C/ Espinosa nº 1, pta.1 – 46008 Valencia. e-mail: [email protected] El personal sanitario, cuando se enfrenta con la enfermedad progresiva e incurable que progresa irremediablemente hacia la muerte, cuando no es posible la curación, es invadido por un estado de duda constante sobre qué es lo más adecuado hacer para beneficiar al enfermo.
La actitud que debe tomar ante los dilemas que aparecen no debe ser producto de la intuición ni de su estado de ánimo en ese momento, sino que debe estar basada en una reflexión prudente, informada, discutida y compartida por el resto de los miembros del equipo interdisciplinar y, a ser posible, conociendo y teniendo muy en cuenta cuáles son las preferencias del enfermo.
- Un método utilizado para intentar resolver estos conflictos éticos en la labor diaria con el enfermo es el propuesto hace ya más de 20 años por Beauchamp y Childress.
- Antes de responder a la pregunta que se plantea en el título de este trabajo, es necesario conocer, aunque sea de forma muy elemental, qué es la bioética, cuáles son sus objetivos y comentar la “teoría de los cuatro principios” desarrollada por los autores anteriormente citados.
CONCEPTO Y OBJETIVOS DE LA BIOÉTICA La ética es la parte de la Filosofía que estudia la bondad o la malicia intrínseca de los actos y de las conductas humanas. La ética debe apoyarse en la racionalidad y en el terreno filosófico, y no en la religión, el derecho o los códigos deontológicos.
Lo ético puede no ser legal (por ejemplo, la eutanasia es considerada una actuación éticamente correcta para determinadas personas, pero es ilegal en casi todos los países) y lo legal puede no ser ético (por ejemplo, la pena de muerte es una acción contraria a la ética para amplios sectores sociales, pero está legalmente constituida en varios países).
La deontología y la ley no deben ser un instrumento adecuado para definir lo conveniente o lo correcto ante un caso concreto, no de sebe “judicializar” la vida de las personas, a no ser que se quiera conseguir una forma de totalitarismo (1), aunque sí será necesario legislar unos mínimos éticos aceptados por todos, los principios éticos legales (2), y exigibles a todos por igual (3).
Ninguna ideología ni ninguna creencia religiosa deben imperar en una sociedad plural y secularizada, donde deben tener cabida todas las corrientes ideológicas, con la condición de que respeten la dignidad de las personas y los derechos humanos. La Medicina, como es fácil de suponer, desde los tiempos más remotos, desde su inicio, ha estado relacionada con la ética, ya que su objetivo, por encima de cualquier otro, siempre ha sido conseguir el bien del ser humano enfermo.
El término “bioética” procede del griego: “bios” (vida) y “ethos” (comportamiento, costumbre). El objetivo principal de la bioética es por tanto el estudio de la relación existente entre la vida y los principios o pautas de la conducta humana. La palabra “bioética” es un neologismo que aparece por primera vez en el año 1971, en el libro del oncólogo norteamericano Van Potter titulado Bioethics: a Bridge to the Future (“Bioética: un puente al futuro”) (4); este autor la define como “la disciplina que combina el conocimiento biológico con el de los valores humanos”.
Según la obra coordinada por Warren Reich, Encyclopedia of Bioethics, la bioética se define como “el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y del cuidado sanitario, en cuanto se examina esta conducta a la luz de los valores y principios morales” (5). En la práctica, el objetivo de la bioética, en lo que respecta a la Medicina, será la búsqueda de soluciones concretas a casos clínicos concretos, siempre que se originen conflictos entre valores.
La bioética entrará en acción cuando aparezca la posibilidad de elegir entre dos o más opciones, que a veces podrán ser completamente contradictorias. El dilema consiste en buscar la forma más adecuada para tomar las decisiones correctas, es decir, cómo elegir entre lo correcto y lo incorrecto, cómo diferenciar lo que es bueno de lo que es malo.
Cuando entran en juego los problemas esenciales de la vida y la muerte, la responsabilidad aumenta y esta búsqueda se hace más complicada. Para encontrar la solución al dilema que se plantea se debe actuar con libertad, pero no de forma empírica o intuitiva, sino con prudencia, con un método adecuado y en un abordaje interdisciplinario, ya que todas las ramas del saber que tienen por objeto al ser humano tienen elementos que aportar en la búsqueda de soluciones, de ahí deriva la importancia de la constitución de “comités de bioética” en los centros hospitalarios, una de cuyas misiones será la de orientar y ayudar a los profesionales sanitarios en la solución de estos problemas.
La ética médica, a lo largo de toda su historia, siempre consideró que el personal sanitario sólo estaba obligado a conseguir el máximo beneficio del enfermo y que no tenía sentido preocuparse por otros motivos. En las últimas décadas, el juicio moral de un acto médico ha variado; entre sus objetivos, además de conseguir el máximo beneficio del enfermo, se debe tener en cuenta otras dimensiones o aspectos: – Las preferencias del paciente: puede que “lo mejor” para nosotros, personal sanitario, no coincida con “lo mejor” para el paciente, y sería ilícito imponer nuestra propia idea del bien a otras personas.
- La calidad de vida subjetiva.
- Los factores sociales y económicos.
- El bien de la sociedad en su conjunto.
- PRINCIPIOS BIOÉTICOS Para resolver el problema de los conflictos que aparecen en el momento de tomar las decisiones en el área biomédica, surge la bioética de orientación principalista basada en “Los Cuatro Principios” formulados por Beauchamp y Childress.
La bioética principalista consiste en conseguir un método sistemático de reflexión que permita elegir una solución correcta ante un dilema bioético. En el año 1979, estos dos autores norteamericanos, basados en el “Informe Belmont”, que fue encargado en el año 1974 por el Congreso Norteamericano para elaborar una guía acerca de los procedimientos éticos que debían regir la investigación con seres humanos y dado a conocer en el año 1978, publicaron un libro titulado Principles of Biomedical Ethics (“Principios de Ética Biomédica”) (6).
El contenido de esta obra se divide en tres partes fundamentales: – Estudio de las principales corrientes éticas, dando importancia a los elementos más constructivos de las mismas. – Propuesta de unos llamados “principios”, considerados como una pauta o guía útil en la práctica diaria para la toma de decisiones ante casos complejos que puedan dar lugar a discrepancias.
Constituye la parte central de la obra. – Las llamadas “virtudes” que debería poseer el profesional sanitario para una atención correcta, integral y humanizada del individuo enfermo, que, a diferencia de los principios, no serían obligaciones éticas. Se refieren, entre otras, a la compasión, a la capacidad de discernir sobre qué es lo relevante en cada circunstancia, a la integridad, a la empatía, a la prudencia en el momento de tomar las decisiones, etc.
Los principios bioéticos que propusieron eran: beneficencia, no-maleficencia, autonomía y justicia. El principio bioético más elemental y sobre el que se basan los enumerados anteriormente es el “respeto a la dignidad de la persona” basado en un enfoque integral y humanista de la asistencia sanitaria.
Principio de Beneficencia : manda hacer el bien. Es el principio más evidente de todos ya que el personal sanitario ha sido educado y formado para hacer el bien, no sólo al individuo enfermo, sino a la sociedad en su conjunto. Se basa en que los procedimientos diagnósticos y terapéuticos que se apliquen deben beneficiar al paciente, es decir, ser seguros y efectivos.
Principio de no-maleficencia : se basa en el principio hipocrático de Primum non nocere, es decir, “ante todo, no hacer daño”. También es un principio muy evidente porque ningún profesional sanitario deberá utilizar sus conocimientos o su situación para ocasionar perjuicios al enfermo. En la práctica se refiere a que el balance entre los beneficios y los riesgos de cualquier actuación médica debe ser siempre a favor de los beneficios.
Principio de autonomía : se refiere a la capacidad que tiene el enfermo para decidir, siempre que exprese su deseo. Al contrario que los anteriores, es un principio que siempre ha estado ausente de la tradición médica, a pesar de la gran importancia que ha adquirido en los últimos años; durante muchos siglos el paciente nunca ha participado en la toma de decisiones y el médico era quien decidía; el deber del médico era “hacer el bien” al paciente, y el de éste, aceptarlo (7).
El enfermo, por el mero hecho de serlo, carecía de capacidad para elegir. Este principio es sumamente importante porque: -Obliga a informar al enfermo, si así lo desea, sobre el diagnóstico, pronóstico y posibilidades terapéuticas, con sus riesgos y beneficios. -Permite al enfermo rechazar todo tipo de tratamiento o elegir uno distinto al propuesto.
-Debería permitir al enfermo, dentro de lo posible y con las limitaciones legales vigentes, elegir el momento, lugar y forma de su muerte. Para promover este principio se ha propugnando el llamado “consentimiento informado” como forma de garantizar que el paciente ha recibido una información adecuada sobre el acto médico a aplicar y que manifiesta su acuerdo.
- El consentimiento informado es tanto más importante cuanto mayores sean los riesgos del tratamiento propuesto o de la técnica de exploración a la que se someta y cuantas más posibilidades existan de fracaso.
- El “Manual de Ética” del Colegio de Médicos Americanos lo define de la siguiente manera (8): “El consentimiento informado consiste en la explicación a un paciente atento y mentalmente competente de la naturaleza de su enfermedad, así como el balance entre los efectos de la misma y los riesgos y beneficios de los procedimientos terapéuticos recomendados, para a continuación solicitarle su aprobación para ser sometido a estos procedimientos.
La presentación de la información al paciente debe ser comprensible y no sesgada; la colaboración del paciente debe ser conseguida sin coerción; el médico no debe sacar partido de su potencial dominio psicológico sobre el paciente”. Esta definición, aunque contiene todos los elementos necesarios para la correcta aplicación del consentimiento informado, tiene un pequeño fallo, es incompleta, ya que donde cita a los procedimientos terapéuticos, debería añadir también a las técnicas de diagnóstico (9).
Principio de Justicia : este principio se basa en dos hechos: -Todas las personas, por el mero hecho de serlo, tienen la misma dignidad, independientemente de cualquier circunstancia, y por tanto, son merecedoras de igual consideración y respeto. -Hay que luchar por una distribución justa y equitativa de los siempre limitados recursos sanitarios para conseguir el máximo beneficio en la comunidad, evitando desigualdades en la asistencia sanitaria.
Este principio convierte al personal sanitario en gestor y administrador de los recursos y de los servicios, que deberá utilizar de una forma efectiva y eficiente, evitando actuaciones sanitarias inadecuadas. Estos cuatro principios adquirieron rápidamente una gran importancia, ya que resultaron muy útiles para los profesionales sanitarios que no eran expertos en cuestiones de bioética y que actuaban generalmente de forma empírica o intuitiva ante cualquier dilema moral que aparecía en su labor diaria con el enfermo.
Durante muchos siglos, los principios éticos más relevantes en la actuación sanitaria han sido los de beneficencia y no-maleficencia, dando lugar a un paternalismo autoritario, bien intencionado y aceptado por la sociedad. En las últimas décadas, los principios de autonomía y de justicia cada vez adquieren mayor relevancia, sobre todo en los países anglosajones.
Entre estos cuatro principios los autores no establecieron ningún orden jerárquico, insistiendo en que todos tienen la misma fuerza y son de aplicación obligatoria, aunque no absolutos, ya que hay excepciones. Cada caso concreto permitirá la negociación, es decir, sólo las circunstancias podrán establecer un orden jerárquico entre ellos.
Un ejemplo que aparece con determinada frecuencia en la práctica de los cuidados paliativos sería el siguiente: atendiendo al principio de no-maleficencia, ocasionar la muerte es algo que en principio se considera siempre moralmente incorrecto y por tanto contrario a la ética médica, pero en determinadas circunstancias, administrar fármacos que puedan adelantar la muerte (“principio del doble efecto”) puede tenerse en cuenta cuando interviene la autonomía del paciente en una situación de sufrimiento muy intenso.
Otro aspecto a tener en cuenta es que según qué marco de referencia o doctrina ética se practique, podrá variar la interpretación de estos principios generales de la bioética. Un ejemplo típico sería el siguiente: en una doctrina puramente utilitarista, la opción del aborto como derecho de la mujer embarazada a decidir sobre todo lo que acontece en su cuerpo (principio de autonomía) será válido y por tanto aceptado.
En un marco ético personalista que defienda la defensa de la vida desde la fecundación, el derecho a la vida del ser humano aún no nacido es lo fundamental, por lo que se relega la autonomía de la madre a un plano inferior, anteponiendo el principio de no-maleficencia a favor del ser humano que aún no ha nacido.
Según Diego Gracia (10), sí existe un orden jerárquico entre estos principios. Diferencia dos niveles: – Primer nivel o nivel universal : son los que no se refieren a la relación entre el personal sanitario y el paciente y son independientes de la voluntad de éste.
- Obligan a todos los ciudadanos.
- Constituyen lo que se llama “ética de mínimos” y deben ser garantizados por el estado.
- El gobierno que no pueda garantizar estos dos principios se encontraría “bajo mínimos morales”.
- Estos principios son: * Principio de no-maleficencia: la Medicina como ciencia inocua, que no persigue el hacer daño.
Es un principio más general y obligatorio que el de Beneficencia porque habrá ocasiones en que un médico no esté obligado a tratar a un enfermo, pero sí lo estará siempre a no ocasionarle ningún daño, o dicho de otra manera, si una persona no quiere, no podemos imponerle el bien; por el contrario, si una persona quiere que le hagamos daño, no se lo podemos hacer por más que nos lo pida.
* Principio de justicia: la Medicina debe tratar a todos sin ningún tipo de discriminación, debiendo proteger más a los más desfavorecidos. El bien común o el bien de todos debe ser siempre superior al bien de individuos concretos. Cuando no se cumple con este principio se produce maleficencia – Segundo nivel o nivel particular : son los principios que se refieren a la relación existente entre el personal sanitario y el paciente.
Constituyen la llamada “ética de máximos” porque obligan a la persona y no a los demás; la persona, en el caso que nos ocupa, el enfermo, tiene libertad para elegir su aplicación o no. * Principio de beneficencia: pretende que la actuación del sistema sanitario sea beneficiosa para el paciente.
- La interpretación de este principio es relativa y depende de la voluntad de la persona que recibe esta actuación supuestamente benéfica y de que la acepte como tal beneficio: nadie puede beneficiar a otro contra su voluntad.
- Por todo esto, beneficencia y autonomía son principios inseparables y siempre tendrá más valor el segundo.
* Principio de Autonomía: tiene en cuenta la libertad y la responsabilidad del paciente que, bien informado, decide lo que es bueno para él. Cuanto más aguda es la enfermedad y más eficaz es su tratamiento, menos interviene en la práctica el principio de autonomía y más el de beneficencia, y cuanto más crónica es la enfermedad o más cuestionado esté su tratamiento, como ocurre en la situación de enfermedad terminal, más veces se reclama la autonomía.
- En líneas generales, los grandes problemas surgen cuando se plantean conflictos entre los principios de un mismo nivel.
- El conflicto más frecuente es el que surge entre los principios de Autonomía y Beneficencia, al rechazar el paciente o su representante legal un determinado tratamiento o prueba diagnóstica.
Cuando surge un conflicto entre principios de distinto nivel, en principio, deberá prevalecer el del nivel superior. Mención especial merece la práctica médica en el SIDA (11) en donde aparece un hecho diferencial que da lugar a un importante dilema bioético: el secreto profesional versus la protección de la pareja del paciente infectado, es decir, ¿debe notificarse la enfermedad a la pareja del paciente sin dar éste su consentimiento?; desde el punto de vista ético, la prevención de la enfermedad debe prevalecer sobre el principio de autonomía y la intimidad del paciente LOS PRINCIPIOS BIOÉTICOS EN EL ENFERMO EN SITUACIÓN DE ENFERMEDAD TERMINAL En la práctica diaria, cuando se atiende a un enfermo en situación de enfermedad terminal, lo habitual es la ausencia de conflictos entre estos cuatro principios bioéticos y el enfermo solicitará que se favorezca la aplicación de todos ellos para que se atiendan todas las necesidades que plantea: -Necesita que, aunque no exista un tratamiento con finalidad curativa, se intente dar una solución integral a sus problemas, tanto físicos como psicoemocionales, sociales y espirituales (Principio de Beneficencia).
-Necesita que no se le dañe de forma innecesaria utilizando procedimientos terapéuticos o diagnósticos que se hayan mostrado inútiles o fútiles o que sean considerados desproporcionados (principio de no-maleficencia). -Necesita que se le trate con confianza, respetando su intimidad y su autonomía, que se le informe si así lo desea y que se tenga en cuenta su opinión en el momento de decidir qué es lo mejor para él (principio de autonomía).
-Necesita que, si existe un sistema de salud universal, como ocurre en nuestro ámbito, cubra sus necesidades, independientemente de cualquier circunstancia, y que no se le discrimine por ningún motivo (principio de justicia). El personal sanitario que quiera conseguir una correcta atención a este tipo de enfermos debe ir encaminado a dar solución a cada una de estas demandas.
Lamentablemente, hay varias circunstancias que orientan a que muchas veces no se aplican estos cuatro principios en su totalidad, en especial los principios de autonomía y justicia. La supuesta beneficencia de un acto médico ante la enfermedad sin posibilidad de curación que progresa de forma irremediable a la muerte es muy relativa ya que la frontera existente entre perjuicio y beneficio queda muy difuminada y muchas veces dependerá del propio criterio del enfermo, de su concepción de la vida y de su escala de valores personales, aspectos que el personal asistencial debe tener muy en cuenta (12); por ejemplo, ¿beneficia o perjudica la colocación de una sonda nasogástrica para nutrir a un enfermo que está en situación de enfermedad terminal?, no es posible dar una respuesta a esta pregunta si no se conoce la opinión del enfermo (de ahí la estrecha relación que hay entre los principios de beneficencia y autonomía) y si no se estudia el caso concreto detenidamente y desde un punto de vista interdisciplinar.
Sin embargo, ante una enfermedad con tratamiento curativo, este dilema no se suele plantear, o se plantea con mucha menor intensidad, ya que está mucho más clara la frontera existente entre lo que beneficia y lo que perjudica al paciente; volviendo al ejemplo de la sonda nasogástrica, su colocación para nutrir e hidratar durante unos días a un enfermo que ha sufrido un traumatismo maxilofacial y que ha sido sometido por ello a una intervención quirúrgica y en cuyo postoperatorio está indicado el reposo absoluto de la actividad masticatoria y deglutoria, no cabe ninguna duda de que siempre le beneficiará, aunque también aquí podría haber conflicto con el principio de autonomía, en el caso de que el paciente, por el motivo que sea, se negase a su colocación.
Debido a los grandes avances técnicos y farmacológicos ocurridos en las últimas décadas, que a veces incluso permiten posponer el momento de la muerte, actitud que nunca se debe adoptar ante la situación de enfermedad terminal, se produce otro hecho que se da con más frecuencia de la deseada, que consiste en la práctica de medidas compatibles con la obstinación terapéutica, también llamada ensañamiento o encarnizamiento terapéutico, en un intento irracional de luchar contra la muerte próxima e inevitable.
Esta práctica atenta contra el principio de no-maleficencia ya que muchas veces, lo que se hace al adoptar estas medidas, es dañar al enfermo de una forma innecesaria, aplicando tratamientos que ocasionan sufrimiento. El principio de autonomía en la cultura latina es ampliamente ignorado cuando nos encontramos con un enfermo con el diagnóstico de enfermedad terminal.
Hay una tendencia por parte de la familia, muchas veces apoyada por el personal sanitario que lo atiende y su tradicional actitud paternalista y a veces autoritaria, a ocultar al enfermo información sobre su enfermedad y su pronóstico, y sin información es imposible poder decidir y participar en la toma de decisiones.
Aún en el caso de que se informe al enfermo, ¿es la información que se da aséptica y neutra? o, por el contrario ¿es sesgada y parcial con el fin de ocultar el mal pronóstico o para manipular la posible decisión del paciente?. El “consentimiento informado”, aunque sólo sea de forma verbal, debería estar presente ante cualquier decisión terapéutica o diagnóstica en un enfermo en situación de enfermedad terminal, y no sólo cuando participa en un ensayo clínico, donde si se cumplimenta, es porque la ley así lo exige.
Con respecto al principio de justicia conviene puntualizar que, si bien deben existir ciertos límites para la creación de determinados servicios médicos financiados por un sistema sanitario público, como podrían ser, a modo de ejemplo, los que se dedican a aplicar técnicas de fecundación in vitro o algunas intervenciones de cirugía estética, la medicina paliativa no debe entrar en este grupo de servicios y debe ser considerada como un servicio sanitario básico y necesario, nunca accesorio, al que se tenga derecho en una sanidad pública y universal como la nuestra.
El principio de justicia no se aplica en su totalidad debido a que, en nuestro ámbito, los programas de Cuidados Paliativos, que hoy por hoy constituyen la mejor y más eficaz forma de atención a estos enfermos, sólo prestan su cobertura en determinadas áreas sanitarias y a un pequeño porcentaje de la población que podría beneficiarse de ellos, tal y como queda reflejado en el último Directorio publicado por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), en el año 2000 (13).
No toda la población se puede beneficiar de estos programas a pesar de ser necesidades básicas para un gran número de personas y no requerir su implantación enormes recursos económicos. ¿Qué ocurriría si por ejemplo no hubiese atención neurológica o cardiovascular que cubriese a toda la población?: sin lugar a dudas se produciría un gran debate social y político que solucionaría el problema de manera inmediata; ¿por qué no ocurre lo mismo ante la falta manifiesta de unidades especializadas en cuidados paliativos y más si tenemos en cuenta que un gran número de personas, cuando mueren, no lo hacen de forma súbita, sino tras un periodo más o menos largo de sufrimiento?, quizá la respuesta esté en la negación que toda la sociedad, incluida la clase política, hace de la muerte y todo lo que le rodea y en la poca capacidad reivindicativa que tiene el enfermo aquejado de una enfermedad progresiva e incurable que, una vez fallecido, no podrá protestar o reclamar por la atención (o desatención) que ha recibido.
Existe discriminación en este terreno: los cuidados paliativos no están disponibles para todas aquellas personas que los necesitan; dicho de otra manera, la calidad de la atención prestada a un enfermo que está en situación terminal dependerá de la existencia de una unidad de cuidados paliativos que cubra su área de salud, y esto es un atentado contra el principio de justicia.
La deficiencia de unidades de cuidados paliativos que garanticen, en la medida de lo posible, un adecuado control del sufrimiento favorece el desarrollo de movimientos sociales que están a favor de la eutanasia, práctica que origina un debate social cada vez más intenso y que se realiza en varias partes del mundo, a pesar de ser, al menos hoy en día, ilegal en la mayoría de los países, pero que cuenta con un gran número de adeptos dentro de la ciudadanía en general y del personal sanitario en particular (14), quizá debido a que, en la conciencia colectiva, siempre se asocia a la muerte con el sufrimiento.
La Organización Mundial de la Salud estableció que “los gobiernos deben asegurar que se ha dedicado especial atención a las necesidades de sus ciudadanos en el alivio del dolor y los cuidados paliativos antes de legislar sobre la eutanasia” (15). Como señala Jaime Sanz, “con una cobertura del 100% de los cuidados paliativos no será necesario introducir nuevas figuras legales (suicidio asistido y/o eutanasia activa voluntaria)” (16), pero también hay que decir que, por muy bien que funcionen las unidades de cuidados paliativos, siempre existirá el sufrimiento ante la enfermedad terminal y no siempre se podrá evitar del todo la demanda de eutanasia por parte de aquellos pacientes que viven una situación insoportable y piden ayuda para poner fin a dicho sufrimiento (17).
Los cuidados paliativos no resolverán todos los casos de petición de eutanasia, pero sí una gran parte de ellos. CONCLUSIÓN La Medicina Paliativa, por su gran componente humanitario y por su defensa al respeto a la vida y a la dignidad de la persona, constituye la forma de asistencia más eficaz para los pacientes que se encuentran en situación de enfermedad terminal, ya que la filosofía en la que se basa garantiza, entre otras cosas, una aplicación estricta y sistemática de los principios bioéticos fundamentales.
La Medicina Paliativa, por definición, debe procurar mejorar la calidad de vida del enfermo, debe luchar por conseguir el mayor bienestar posible, su objetivo debe ser evitar los problemas físicos, psicológicos, sociales y espirituales o, si esto no es posible, procurar que el enfermo se adapte a ellos en las mejores condiciones posibles, debe evitar actuaciones innecesarias que provoquen sufrimiento y también debe fomentar la autonomía del enfermo para hacerle partícipe en la toma de unas decisiones que son muy importantes para él, para lo cual es indispensable una adecuada información y comunicación.
- Con ello, los principios de beneficencia, no-maleficencia y autonomía quedan garantizados.
- Pero esto no es suficiente, no se puede construir un sistema moral coherente y completo en las ciencias biomédicas si solamente aplicamos estos tres principios.
- Esto se consigue cuando se añade el principio de justicia (18).
El principio de justicia, el que se refiere a la distribución equitativa de los recursos sanitarios y a que hay que tratar a todas las personas por igual evitando cualquier tipo de discriminación, queda hoy en día, en lo que se refiere a los cuidados paliativos, relegado a un segundo plano, quizá porque la formación ética del gestor sanitario, salvo excepciones, que sin duda las hay, es escasa y, posiblemente, en la atención al enfermo en situación de enfermedad terminal, valore más el ahorro económico a corto y medio plazo que la rentabilidad social.
- Desde una unidad de cuidados paliativos, en lo que respecta al principio de justicia, sólo se podrá actuar en el ámbito de la decisión clínica, en el día a día con el paciente, pero esto sigue sin ser suficiente.
- Las Instituciones del Estado deberán, si se quiere cumplir con este principio en su totalidad, planificar, desarrollar y gestionar de forma eficiente las políticas sanitarias para lograr la máxima cobertura posible y así evitar discriminaciones en este campo, que hoy por hoy se siguen dando.
Como se ha expuesto anteriormente, citando de nuevo a Diego Gracia, el gobierno que no es capaz de garantizar un principio ético de primer nivel o nivel universal, como es el principio de justicia, se encuentra “bajo mínimos morales”. BIBLIOGRAFÍA 1. Simón Lorda P, Barrio Cantalejo M.
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